Tal vez usted recuerde la siguiente historia de la vida real acerca de la Navidad que tuvo lugar hace un par de años. Una madre del estado de Washington descubrió entre las decoraciones navideñas de un centro comercial,
el regalo de sus sueños, de casi seis pies de alto y envuelto en un uniforme de camuflaje.
Debbie (la madre) y su hermana Nancy habían ido anteriormente al mall, a decirle a Santa lo que deseaban para Navidad. ¿Qué deseaba Debbie? Deseaba que su hijo volviera de Iraq sano y salvo para pasar las fiestas en el hogar. Entonces, días después entre los adornos navideños de aquel centro comercial, encontraron a Bobby, ¡un Pfc* de 20 años de edad! “
¿Qué mejor regalo de Navidad podría obsequiarle que volver a casa y sorprenderla?” -declaró el joven. Cuando supo que estaría en su casa para las fiestas, le contó a su tía y a su padre que deseaba sorprender a su mamá a quien no veía hacía más de un año. ¿Puede imaginarse su alegría?
Relaciones personales en vez de Bienes Materiales
Esta historia confirma que son las relaciones personales y no los bienes materiales los que hacen que tengamos una navidad feliz. Aunque es divertido y emocionante recibir regalos especiales, ¿qué serían ellos sin la persona que los regala? A fin de cuentas, los bienes materiales sólo nos satisfacen por un tiempo reducido, mientras que las relaciones amistosas duran para toda la vida.
Enfrentar los días festivos tiene sus desafíos. A veces deseamos estar con aquellas personas especiales para nosotros y no es posible. En otras ocasiones, estamos con las personas que amamos pero desearíamos que no fuera así, porque su forma de ser es diferente a la nuestra y nuestras personalidades chocan entre sí.
Las expectaciones poco realistas de las festividades a menudo preparan el camino para la desilusión cuando las cosas no salen bien o las personas no actúan en forma “perfecta.”
Este es un momento que clama por una medida extra de amor y de tolerancia mientras recordamos que no existe la Navidad perfecta porque tampoco existen las personas perfectas. La Navidad feliz es aquella en que podemos amar a los miembros de nuestra familia a pesar de sus defectos, de una forma incondicional, así como lo hace Dios. Una Navidad feliz es aquella en que podemos reírnos de nosotros mismos, decir “lo siento” y atesorar profundamente los momentos que pasemos juntos.
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